12 may 2013

David González

Algo que declarar

Levante las manos.

Entonces registró mis bolsillos.

Encontró cigarrillos, lápices,
un librito, una china, un mechero,
un Pen drive de 512 MB
y tres monedas de dos euros.

Me miró fríamente a los ojos
y me preguntó si tenía algo más.
Algo más que quisiera declarar.
Le dije que creía que un pañuelo.

¿Tiene algo en los zapatos?
Mis pies.

**

Algo que declarar. Poesía de no ficción. Bartleby ed, Madrid, 2007.



Polvo de estrellas

A él se lo escuché:
al científico, al escritor:
a John Gibbin:

Básicamente, dijo,
somos polvo de estrellas.

, repitió, eso es lo que
somos: polvo de estrellas.

Convendría no olvidarlo.
Tenerlo siempre presente.

Polvo.
No estrellas.

**

Herencia

De mi padre heredé
Todo lo malo.
Sí, mamá, pero también
el amor por la lectura,
la aficción por las mujeres,
la cicatriz en el ojo,
la palabra a voz en grito,
la sublevación de las injusticias
y una tendencia natural
hacia el debate, la polémica y la discusión.
Porque discutimos, mi viejo y yo.
No hacemos otra cosa en realidad.
Si yo digo: Cervantes
él dice: El que era bueno era Quevedo
Si el dice: Israel
yo replico: Palestina.

No podéis estar juntos sino es discutiendo.

Mi madre no acaba de entenderlo. Que se ésa
nuestra única manera de comunicarnos
y de decirnos, el uno al otro, que nos queremos.

De mi padre, asimismo, heredé,
y espero que no demasiado tarde,
el coraje necesario para enfrentarme a la vida
y una honradez, poética, a prueba
de amiguismos, corruptelas y sobornos.

Como poeta, con su ejemplo, me enseñó
a no tener miedo, bajo ningún concepto,
de ninguna palabra, por malsonante
que ésta pueda llegar a ser. Me enseñó
a llamar a cada cosa por su nombre,
y lo más importante: a escribir, siempre, la verdad.

Por último, de mi padre, en vida, heredé
la casa en la que ahora vivo: quinto, once, plaza de la

Soledad.

**

David González.

Anda, hombre, levántate de ti, Bartleby ed., Madrid, 2004.

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